Construcción
de un espacio de comunicación positiva.
Teniendo en
cuenta las nuevas situaciones de comunicación y la necesidad de adaptarse a
ellas con garantías de éxito exponemos a continuación algunos principios
básicos que debemos considerar.
1)
Es importante construir las relaciones padres/hijos en positivo. Tomar
conciencia sobre el valor socializador de la familia. La familia es el primer
grupo social en el que el niño se mueve, sus primeras pautas de relación social
se adquieren aquí bajo una gran presión afectiva, según Yubero, Bodoque y
Larrañaga (2006, citado por Crespo: 2011). Esto va a formar parte del nivel más
profundo de la consciencia del individuo. El niño llegará a ser como los otros
le ven. Por eso es importante dar pautas positivas.
2)
Valorar adecuadamente el peso del aprendizaje vicario. El niño aprende también
por imitación, no se debe caer en el engaño de que “por una vez no importa” o
creer que lo que se está haciendo mal (por ejemplo: mentir) como tiene una
causa justificada para el adulto, va a ser entendido de esa manera por el niño.
Es, por tanto, importante, compartir efectivamente las normas y los valores. En
la medida en que es efectivo y real el punto anterior se impone el compartir
unas normas que han de ser cumplidas por todos en la medida en que están
establecidas por grupos de edad o sean generales.
3)
El ambiente, el clima emocional en la familia, está muy relacionado con la
formación de los sujetos. La expresión y comprensión adecuada de sentimientos
es muy importante por lo que se ha de procurar un clima de seguridad según
Domínguez, Cuña y Rodríguez Machado (2003, citado por Crespo: 2011): en el que
el niño se sienta cómodo al expresarse. Es bueno crear un ambiente en el que
todos los miembros de la familia puedan demostrar sus sentimientos afectivos,
no hay que descuidar la proximidad, los abrazos, las expresiones de cariño.
También hay que permitir que emerjan los sentimientos negativos en el sentido
de que podamos hablar de ellos y canalizar la ira o la rabia. Además hemos de
consolar, es importante apoyar antes de censurar o aconsejar.
4) Otro elemento que hay que tener en cuenta
es el de crear espacio para el crecimiento personal. Hemos de entender que los
hijos no son copias de nosotros mismos por mucho que nos guste el momento en el
que reconocemos un gesto o un rasgo que lo identifica como “nuestro”. Son
personas y solamente se pertenecen a sí mismas por eso tienen derecho a ser
diferentes. Debemos evitar expresar sentimientos de desilusión o frustración
respecto de su persona, son las acciones concretas las que pueden estar mal no
las personas en sí. Esto resulta muy importante ya que la familia nos ayuda a
crear nuestra identidad y nuestra escala de valoración personal, según Lila y
Marchetti (1995, citado por Crespo: 2011).
5)Los sentimientos positivos de
autopercepción se construyen desde las relaciones respetuosas entre los
individuos. Los padres no pueden exigir respeto si antes no han respetado a los
jóvenes. Todo el grupo debe respetarse de forma recíproca. El espacio del
sujeto, su cuerpo, las relaciones con sus amigos. Se trata de crear un ambiente
amable en el que se encuentre tranquilidad y sosiego.
La práctica de la comunicación
dialógica.
Debemos
construir desde la comunicación, desde el diálogo, una buena práctica y así
procurar las condiciones más favorables para que se produzca la transmisión
efectiva de valores (López Lorca, 2005). Estos actuarán como elemento de
cohesión creando cultura de grupo y espacios comunes de pertenencia. Autores
como Fernández Millán y BuelaCasal (2002, citado por Crespo: 2011): han elaborado resúmenes de principios básicos que
deben tenerse en cuenta en un buen proceso de comunicación dialógica. Nosotros
proponemos las siguientes pautas de actuación:
1)Distribución
de tareas, responsabilidades y normas que previamente han sido comunicadas,
analizadas y comprendidas en la medida de su importancia y de las posibilidades
y aptitudes de los individuos implicados.
2)
Petición y valoración de opiniones de forma que podamos realizar una toma
conjunta de decisiones utilizando el diálogo.
3) Desarrollo de las habilidades asertivas.
Esto es la habilidad para decir cómo se es, aquello que se considera un derecho
propio, la manera de pensar sin molestar a los demás. Es la forma acertada de
pedir lo que necesitamos. Esta habilidad también incluye el dominio de la
expresión en positivo de nuestras impresiones sobre las acciones o pensamientos
de otra persona y, además, abarca la coherencia del discurso.
4) Cuidar algo más que las palabras. Atender
al gesto, a la postura, a todos esos elementos del lenguaje no verbal que,
algunas veces, lo contradicen y generan situaciones de ambigüedad en la
comprensión del mensaje. En esta misma línea se entiende el uso adecuado de los
espacios y los tiempos de comunicación. Hay que saber elegir los momentos y las
situaciones. El tiempo y el espacio son elementos que pueden ayudar o
entorpecer la comunicación dependiendo de la pericia que demostremos en su
utilización.
5)
Atender a la coherencia entre “teoría y práctica”. El ejemplo no debe
contradecir el mensaje del discurso. Debemos actuar con la lógica que se
desprende de lo que decimos, de lo contrario, lo único que estamos transmitiendo
es que nuestras palabras no tienen valor.
6) Empatizar, ponerse en el lugar del otro,
intentar comprender realmente lo que el otro pretende explicar. Intentar
compartir emociones. Colocarse en el lugar del otro implica escuchar con
atención, no en función de lo que se quiere contestar. Se trata de hacer
realmente eficaz el diálogo. Esta escucha activa también facilita nuestra
capacidad de atención para prestar ayuda y apoyo emocional.
7) El diálogo permite a la persona expresarse
con autenticidad por ello se incluyen aquellos aspectos que tienen que ver con
el reconocimiento de los errores. Esto significa que hemos de pedir disculpas o
reconocer ese error de forma adecuada. Esta misma autenticidad también lleva a
elogiar expresamente el esfuerzo del otro. Y, por encima de todo, significa
expresar y compartir sentimientos.
8) Estos elementos en su conjunto ayudan en la
creación de un clima emocional que facilita la comunicación. Algunos autores
como González Ramírez (2000, citado por Crespo: 2011), para comprobar el nivel
comunicativo real, sugieren incluir
algún elemento de evaluación para visualizar el tipo de comunicación que se
tiene en la familia. Así aconsejan el registro en audio de alguna conversación familiar
para analizar las pautas de actuación que se están siguiendo.
Formas
de actuar que dificultan la comunicación. A la vista de todos los principios
expuestos con anterioridad, entendemos que existen algunas formas de actuar que
dificultan la creación de un espacio de comunicación. Las formas de expresión
de una conducta comunicativa inadecuada pueden ser muy variadas y no podríamos
enumerarlas todas, pero podemos establecer que tienen que ver con:
a) Una percepción diferencial de los estatus
de los interlocutores en el proceso comunicativo en la familia. Esto
imposibilita la comunicación horizontal. Tendemos a ver al otro como el sujeto
que debe responder y por ello no escuchamos de forma activa. Realmente
prestamos atención solamente a nuestro discurso, mientras “el otro” habla
nosotros nos preocupamos de elaborar una contestación en vez de ponernos en su
situación. Se produce también un menosprecio de las ideas externas y, por
extensión, un menosprecio de la persona. Podemos no estar de acuerdo y
transmitir este sentimiento aportando nuestro juicio de forma que no implique
falta de respeto u ofensa. Esta falta de sensibilidad también suele hacer menos
visible el esfuerzo de los demás cuando éste no tiene como consecuencia una
acción o conducta que nosotros consideramos como la más acertada. Dentro de
esta percepción diferencial de la posición del otro también es frecuente
recordarle que siempre actúa igual. Usamos las etiquetas y generalizamos con lo
que damos por sentado que ese (el erróneo) es el tipo de actuación que esperamos
de esa persona. Todos tenemos virtudes (visión positiva) pero, cuando actuamos
de la manera que venimos exponiendo, únicamente tomamos en cuenta los defectos
(visión negativa). Esta visión negativa acaba por ser la que define al sujeto
en sí, es decir, extendemos el juicio de lo negativo de las acciones hasta la
propia persona. Esto hace que el cambio de actitud sea percibido por ambas
partes como más difícil puesto que lo que está mal no es simplemente la acción
(susceptible de cambio) sino el propio sujeto (dudoso cambio).
b)
Falta de comprensión de los mecanismos y diferentes elementos que forman parte
del proceso de diálogo. Esto dificulta la posibilidad de mantener un clima
positivo durante el transcurso de la comunicación. Existen unas pautas de actuación,
unos modos y maneras que en muchas ocasiones ignoramos u olvidamos. Algunas
veces tendemos a cortar, interrumpir el discurso del otro de forma indebida, es
decir, no para aclarar una idea, sino para introducir nuestra opinión,
calificar, corregir o incorporar elementos espurios que terminarán, antes o
después, por interrumpir el flujo comunicativo. En ocasiones obligamos a los
interlocutores a sumergirse en un proceso de comunicación no carente de cierta
violencia, en este sentido no debemos olvidar que los interrogatorios, en
general, no son procesos de diálogo y no debemos confundirlos. No debemos
mostrarnos extrañados si no encontramos una gran colaboración en la transmisión
de información. Del mismo modo la falta de atención sobre la oportunidad, sobre
el momento en el que se quiere mantener una conversación, es causa de fracaso
comunicativo. Elegir un momento inadecuado, temporal y afectivamente,
predispone de forma negativa al interlocutor. Lo mismo ocurre con una elección
inadecuada de los espacios. También es frecuente que se utilice una postura
defensiva al abordar temas determinados, esto nos lleva a pensar que hay una
razón oculta, o un juicio previo sobre nosotros mismos, detrás de lo que se nos dice. Esto no facilita
la comunicación e inclina las conductas hacia posturas de ataque al otro.
c)
Falta de dominio sobre los procesos de comunicación asertiva. Si se utilizan
fórmulas de comunicación, recursos discursivos con los que el interlocutor se
encuentre en una posición incómoda o sencillamente violenta, estaremos
propiciando respuestas de tipo defensivo. De esta forma los procesos de
comunicación con formato de amenaza u orden no conducen al diálogo. En muchas
ocasiones la reacción del otro facilita una conducta violenta de escala ascendente
que puede terminar en insultos, castigos desmesurados o acciones irreflexivas
fruto del estado emocional momentáneo, portazos, gritos, golpes, con
consecuencias, en ocasiones, lamentables y que propician situaciones que luego
tendrán difícil arreglo.
d)
Falta de conocimiento de la personalidad del otro. En los procesos de diálogo
es importante conocer el “quién” del que tenemos por interlocutor. Esta
identidad tiene formato evolutivo en el caso de los hijos, de modo que debemos
entender cuáles son las peculiaridades que definen el comportamiento de los
niños o los adolescentes en cada momento. Particularmente estos últimos, que
representan el sector que más preocupa a los padres en relación con la
comunicación, suelen presentar conductas, a la hora de defender sus ideas u
opiniones, que a personas escasamente informadas o faltas de experiencia,
pueden parecer ofensivas. En este caso es frecuente caer en la tentación de
responder, ante lo que siente como una agresión u ofensa, utilizando el mismo
tono que el adolescente. En este punto la incomprensión mutua está asegurada,
razón por la cual no quedará más remedio que acudir al criterio único de
autoridad, que es un criterio legítimo, pero al que deberíamos recurrir
solamente en ocasiones concretas y contadas.